CRÓNICA DE UNA REVOLUCIÓN
Dina Abdallah tiene 19 años, un agujero de bala
en el vientre y una revolución en el corazón. Me la presentaron en una
calle muy cercana a la plaza Tahiri. Hacía un receso tomando un té, tras
el largo día de lucha y manifestaciones que estábamos viviendo."Es una de las grandes líderes de
la revolución" me dice mi amigo Mohamed a modo de presentación. Aquí no
tienen complejo por usar determinadas palabras. No ha llegado lo de "políticamente
correcto". A mí me presenta como un revolucionario español. Lo que
ilumina un poco más su sonrisa. Aprovecho la traducción de Mohamed, que
habla español, para superar los límites del inglés."Falta que se sume más gente a la revolución y sobre todo
más mujeres," nos dice. Su mirada es amable e intensa. Trasmite
mucha seguridad y transparencia: es la mirada de quienes viven como
creen que deben vivir.
Para ellos la revolución continua, aunque para
el elegido presidente Morsi la revolución terminara con su elección. Los
Hermanos musulmanes, el partido del presidente, quieren imponer un
estado islamista. Nada más lejos de los sueños revolucionarios de
libertad y justicia. "El presidente
quiere ser un nuevo faraón" declaraba un líder de la oposición.
Existe una gran tensión social entre islamistas y "laicos"
(los laicos son también musulmanes, pero no islamistas). Esta tensión se ha
expresado varias veces a pedradas entre ambos grupos. Ayer se quemaron
varias sedes de los Hermanos musulmanes. Aquí el fuego es un arma
revolucionaria muy utilizada. Hace unos días desapareció entre las
llamas la oficina de la cadena de televisión Al Jazeera. La acusaban de
islamista y contrarrevolucionaria. Los cócteles molotov han llovido
estos días en las calles aledañas a Tahiri. "¿Por qué no usan en España los molotov?" me pregunta
Mohamed. Le hablo sobre la posición no violenta del movimiento 15M. "Ya, ya, nosotros también somos
pacifistas, pero los molotov son para defendernos".
La familia de Dina reprueba su lucha. La mujer
musulmana está para ser una buena madre y atender bien su casa. Los
islamistas pregonan que las mujeres revolucionarias son como putas. En
Tahiri siguen los cánticos y los lemas de la revolución: "El pueblo quiere la caída del régimen",
siguen coreando los manifestantes desde la época de Mubarack.
Hay cientos de puestos ambulantes de
comida, vendedores de pañuelos palestinos y máscaras de Anonymous.
Tampoco faltan los vendedores de mascarilla para los gases de la policía.
Unas decenas de jaimas van ocupando las rotondas. En la calle que lleva
al parlamento sigue el interminable intercambio de piedras y gases
lacrimógenos. Las moto-ambulancias sacan a los heridos "del
frente" y los trasladan a un puesto de primeros auxilios instalado
en una acera. Intentan por todos los medios no ir al hospital. La policía
tiene allí delatores pagados que les avisan cuando ingresa algún herido
en la refriegas. Los sacan de las camas y los meten en la cárcel. "No tengo miedo a morir. Quiero un futuro para
mis hijos y para mi pais", me dice Dina. Ni su maltrecho
intestino, ni las humillaciones y maltratos que ha sufrido en sus
numerosas estancias en la cárcel, han quitado un ápice de luz y
determinación a su mirada revolucionaria."Personas
como tú son las que escriben la historia" le digo con
admiración a modo de despedida.
Edu Cáceres (heroeantiguo@gmail.com) El Cairo 24 de noviembre de 2012
Pueden encontrar a Dina en facebook: DINATHWRA.
Plaza Tahiri. Noviembre 2012.